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Voluntariado: Una tradición en Estados Unidos

“He visto a los estadounidenses hacer grandes y verdaderos sacrificios por la causa pública y he observado cien veces como, en caso de necesidad, nunca dejan de prestarse apoyo fiel los unos a los otros”. –Alexis de Tocqueville, 1835


Un voluntario ayuda a organizar material médico de emergencia para la Cruz Roja de Estados Unidos.

Por Susan J. Ellis y Katherine H. Campbell

En Estados Unidos, casi todo el mundo ha realizado labor voluntaria en algún momento de su vida. En cualquier momento dado, son millones los estadounidenses que a través de su servicio voluntario ofrecen su tiempo y sus conocimientos en beneficio de sus comunidades. El voluntariado es una constante que se observa diariamente en casi todos los aspectos de la vida en Estados Unidos.

Según datos estadísticos del gobierno de Estados Unidos, en cualquier año dado, casi una quinta parte de la población de Estados Unidos, o lo que es lo mismo, unas 62 millones de personas, rinde labor voluntaria. La contribución de estas personas supera las 8 mil millones de horas de servicio prestadas a grupos locales y nacionales que, calculado conservadoramente, equivale a tanto como 173 mil millones de dólares.

Las raíces del voluntariado de Estados Unidos son profundas y extensas. Los estadounidenses se han unido para ayudarse mutuamente desde los tiempos de la colonia. Los pobladores de las nuevas colonias americanas compartían una prioridad máxima: la supervivencia. Supervivencia en términos físicos, porque era una tierra salvaje, y en términos sociales, porque carecían de muchas estructuras familiares. La cooperación frecuentemente hacía la diferencia entre la vida y la muerte.

Las fincas vecinas aunaban esfuerzos para despejar terrenos, construir viviendas y graneros, y recoger las cosechas. Las fiestas para hacer colchas con retales de tela y los concursos entre hilanderas eran actividades comunes, así como los “whangs” o reuniones de mujeres que se ayudaban unas a otras en la limpieza anual de sus casas. Los voluntarios edificaban iglesias y en los registros de los pueblos abundan las referencias a donaciones de tierras, materiales y dinero ofrecidas voluntariamente para que cada comunidad pudiera disponer de un lugar de culto religioso. Los esfuerzos realizados por voluntarios, tanto hombres como mujeres, eran calificados como “obras que hacían cambios”.

Según los primeros asentamientos fueron convirtiéndose en pequeñas ciudades, así también surgieron nuevas maneras de hacer obras sociales. Al principio, el alumbrado de las calles era una responsabilidad compartida por los titulares de las viviendas que se turnaban para colgar linternas en sus portales. Se establecieron las “escuelas dominicales” para que los niños de la población pobre que trabajaban seis días a la semana pudieran aprender a leer la Biblia en su único día libre.

Ya desde el siglo XVII, los colonos formaban brigadas para combatir incendios en Boston, Filadelfia y Nueva Amsterdam (más tarde Nueva York) y, más tarde, Benjamin Franklin organizó formalmente en 1736 la primera compañía de bomberos voluntarios en Filadelfia, que consistía de “treinta voluntarios que se equiparon con cubos de cuero y bolsos y cestas”. La idea, que tuvo rápida aceptación en todas las colonias, perdura hasta hoy, dado que el 70 por ciento de los bomberos de Estados Unidos son voluntarios.

Tres siglos y medio más tarde, las obras sociales de los voluntarios permean toda la sociedad estadounidense. El voluntariado, ya es tan omnipresente, que suele pasar inadvertido. Es probable que la mayoría de los estadounidenses no se plantee la función del voluntariado en su diario vivir hasta el punto que le haga preguntarse:
¿Quién dona sangre?
¿Quién dirige las organizaciones de padres e hijos en las escuelas?

¿Quién trabaja para conservar los lugares históricos?

Jonathan Robertson, llevando una caja con alimentos (AP Images)
El voluntario Jonathan Robertson distribuye alimentos donados en centro de ayuda en Seattle.

¿Quién distribuye los panfletos de campañas políticas y registra a los ciudadanos para ejercer su voto?
¿Quién es el radioaficionado que transmite llamadas de socorro?
¿Quién dirige los Clubs 4-H, a los Boy Scouts y los equipos juveniles de deporte?
¿Quién se comunica a través de blogs, tweets y otros medios sociales para propugnar cambios políticos y sociales?
La lista se queda corta, pero sirve para ilustrar la diversidad de actividades en las que participan los voluntarios estadounidenses.

Los estadounidenses se ofrecen como voluntarios no por obligación o por ánimo de lucro, sino porque reconocen que existe una necesidad y asumen la responsabilidad de satisfacer ese requerimiento. Sin embargo, el hecho de que asuman esa responsabilidad, además de sus obligaciones diarias y de trabajo, y debido a que no buscan una recompensa monetaria, hace que los propios voluntarios a menudo no valoren el justo alcance del efecto de sus obras.

Los historiadores también han hecho caso omiso de la magnitud y de la diversidad de las contribuciones hechas por los voluntarios a la historia y a la sociedad de Estados Unidos. Sin embargo, el efecto cumulativo de las innumerables obras sociales que se han realizado en cada lugar de Estados Unidos y a lo largo de cada década, deja patente que muchos aspectos de la historia y de la cultura han sido determinados por la labor de los voluntarios.

Los voluntarios en Estados Unidos siempre han desempeñado una función pionera, pues han sido los primeros en reconocer cuestiones y requerimientos importantes antes de que el gobierno u otras instituciones lo hayan hecho, y han proporcionado servicios para atenderlos.

El voluntariado no ocurre en un vacío, sino que siempre ha sido determinado por cambios en la población, en la composición de la familia, en los ciclos laborales y en la economía. Por ejemplo, dado el número equitativo de hombres y mujeres en la fuerza laboral, muchas empresas estadounidenses han establecido programas empresariales de voluntariado que alientan a los empleados a ofrecer sus servicios, y para ello les dan tiempo libre que puede variar desde unas cuantas horas a la semana hasta un año de sabática.

En la actualidad, cuando los mayores de 60 años de edad constituyen el segmento de la población de más rápido crecimiento, algunas organizaciones voluntarias de Estados Unidos para ciudadanos de la tercera edad han optado por reducir sus requisitos de edad a fin de atraer a estadounidenses activos entre 50 y 60 años para que presten servicios al creciente número de octogenarios y de personas de edad más avanzada.

El aumento impresionante de la red mundial de Internet ha cambiado las vidas de todos y ha afectado al voluntariado. Se debe observar, antes que nada, la importancia que han tenido y tienen los voluntarios en el desarrollo de la Web, pues hay programadores de fuentes libres, comunidades anfitrionas en líneas y un incontable número de “bloggers” no asalariados que hacen su contribución a este foro de intercambio internacional.
La Web ha sido también la creadora del voluntariado virtual que hace posible que una persona en cualquier parte del mundo proporcione un servicio en línea en el momento que quiera. Ello puede variar desde la revisión de un informe hasta la traducción de documentos, pero también puede ser la provisión de asistencia técnica o la función de mentor de un joven por medio de mensajes por correo electrónico o a través de la telefonía por Internet.

La convergencia de la tecnología afecta el voluntariado. Por ejemplo, los teléfonos inteligentes hacen posible el microvoluntariado, en el que una persona realiza tareas en unos pocos minutos por medio de las llamadas conectadas por Internet.

Cuando se mira hacia el futuro, es posible predecir con bastante certeza que las causas servidas por los voluntarios estadounidenses seguirán en estado cambiante, pero no así la presencia y el compromiso de los voluntarios.

 

 



























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