A medida que envejecen, los cerdos machos o verracos se tornan más rebeldes, y se hace más difícil controlarlos. Cuando se enojan, emiten unos gritos a los que se ha dado el nombre de berridos (de verraco), palabra que dio origen a berrinche (enojo muy intenso, “especialmente el de los niños”, dice el Diccionario, pero cabe suponer que también el de los cerdos). A partir de berrinche o de berridos, surgió en Salamanca el vocablo berretín, que denota ‘persona malhumorada’. Esta palabra cruzó el Atlántico y fue adoptada en ambas márgenes del Río de la Plata con el significado de ‘capricho’ o ‘deseo vehemente’, pero con cierto matiz peyorativo. En los años sesenta y setenta, los guerrilleros tupamaros de Uruguay llamaron ‘berretín’ a un tipo de escondrijo para armas y documentos que disimulaban en las paredes o en el piso de una casa.
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