La escritura primitiva de los egipcios consistía en signos representativos de objetos concretos de la vida cotidiana y símbolos de sonidos. Los ideogramas reproducen no solamente el objeto dibujado, sino también ideas concretas o abstractas afines a él, mientras que el fonograma, más vinculado a la escritura actual, representa apenas un sonido.
Este sistema de escritura, llamado jeroglífico, constituyó un misterio para los arqueólogos hasta que en 1799 un soldado del ejército de Napoleón descubrió una piedra con inscripciones en griego y en egipcio. En 1821, el egiptólogo francés Jean-François Champollion las descifró, abriendo así la clave para interpretar los jeroglíficos.
El nombre de esta escritura, en griego hieroglyphikós, se basó en hierós 'sagrado' y glyptein 'grabar', o sea, 'escritura sagrada', porque eran los sacerdotes egipcios quienes se servían de este sistema para grabar sus textos.
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