Llamamos tartufo al ‘individuo falso e hipócrita, que finge bondad y generosidad para beneficiarse a costa de otros’, como el personaje homónimo de la comedia de Molière. Cuando se dio a conocer la obra, en 1651, Luis XIV prohibió su exhibición a instancias del arzobispo de París, Hardouin de la Péréfixe, debido a que muchos personajes de la corrompida corte se sintieron aludidos por el relato de las maldades perpetradas por el personaje.
Orgón es un personaje principal de la comedia, que ha caído bajo la influencia de Tartuffe, un falso devoto, que busca quedarse con todos sus bienes. Los únicos que no dan cuenta de la verdadera naturaleza del personaje son el propio Orgón y su madre. El hipócrita Tartufo da muestras exageradas de devoción y se convierte en director espiritual de Orgón. El impostor trata de de casarse con la hija de su benefactor, al tiempo que intenta seducir a la segunda esposa de este, más joven que su marido.
Tartuffe es el nombre en francés de la trufa, un hongo que crece escondido bajo la tierra, con el que el autor identifica metafóricamente al retorcido personaje. Finalmente, diecicho años después de la prohibición, la obra es autorizada por el rey y tiene un éxito deslumbrante en el París de la época.
En francés, tartufe (con una sola f) es hoy un adjetivo de uso preeminentemente literario, que significa ‘falso, hipócrita, rastrero’.
La palabra llega al español en el siglo XIX, registrada en el diccionario de Domínguez (1853) y finalmente en el diccionario manual de la Academia de 1927.
El primer autor hispanohablante que empleó esta palabra, al menos según el Corpus Diacrónico del Español (Corde), fue el argentino José Mármol, en su novela Amalia (1851).
[...] y por eso el tirano de Perdriel me puso en lista, cuando Tomás Anchorena decretó el destierro de las mujeres públicas; ese viejo tartufo y usurero que bien hacían en decirle: El inmortal macuquino, / gran sacerdote apostólico, / no gastará un real en vino / aunque reviente de cólico.
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