La nación, tal como hoy la concebimos, es un concepto relativamente nuevo en términos históricos, que surge y se consolida con la llegada al poder de la burguesía y con el auge del liberalismo económico. La apertura comercial impulsada por la burguesía trajo consigo la necesidad de romper las fronteras de los feudos y reunir en una misma unidad política los territorios de pueblos ligados por su lengua y por tradiciones y costumbres comunes; primero, mediante el fortalecimiento de una monarquía central y, más tarde, una vez que el poder burgués se hubo consolidado, bajo la forma de estados, republicanos o monárquicos, pero con las estructuras políticas preconizadas por el liberalismo. En sentido moderno, nación puede definirse como un conjunto de individuos de lengua, origen étnico y costumbres comunes que comparten un determinado territorio. Sin embargo, los palestinos nunca dejaron de constituir una nación, incluso cuando no tenían un territorio. En el caso de los judíos, cuya diáspora fue mucho más prolongada, se afirma que ya constituían una nación antes de la formación del estado de Israel. Hasta aquí la definición política, pero desde el punto de vista etimológico una nación es un grupo étnico, puesto que la palabra procede del participio latino natus, de nasci ‘nacer’, ‘provenir’, y de él, el sustantivo derivado natio, nationis, que primero significó ‘nacimiento’, pero, evolucionó hacia ‘raza’ o ‘grupo étnico’.
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