En los primeros siglos de Roma, victuma y, más frecuentemente, victima eran palabras que designaban a 'seres humanos o animales vivos que habían sido elegidos para morir en sacrificios ofrecidos a los dioses'. Victimarius era el nombre del verdugo) encargado de matar a esos hombres o animales.
Con el tiempo, víctima se fue aplicando no solo a las personas y animales inmolados, sino también a aquellos que sufrían agresiones, torturas, accidentes, incluso enfermedades, una evolución que no ocurrió en el español, sino ya en el propio latín, como vemos en estas palabras de Ovidio: victima decipientis error (Seré víctima de un defraudador).
¿Cómo llegó al latín la palabra victima? Debemos admitir que no está claro, pero podemos observar que muy cerca de este vocablo están victus 'alimento' (aunque, también, 'vencido') y vinctus 'encadenado'.
Lo único cierto es que el papel de la víctima es cargar con los pecados de todos, ser "sacrificada" –de sacrum facere 'hacer algo sagrado'– para que la sociedad se vea libre de sus culpas. Para los cristianos, ese fue el papel de Jesucristo, llamado cordero de Dios que quita los pecados del mundo, es decir, una víctima sacrificada para expiar las culpas de los demás.
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