El Diccionario de la lengua española (DLE) define esta palabra como ‘contienda o bulla ligera y sin trascendencia’, como podemos ver en este fragmento de Camilo José Cela en su novela Cristo versus Arizona (1988):
Teodulfo Zapata había tenido algún rifirrafe con el irlandés Carlow pero la sangre no llegó al río, si vuelves a pisar la taberna te parto la cara,
Ya en 1906, Benito Pérez Galdós relataba un insensato rifirrafe callejero en su novela La vuelta al mundo en la Numancia.
Si bien la definición de la Academia es correcta y precisa, como vemos, la marca “de origen onomatopéyico” resulta poco convincente.
El etimólogo neozenlandés Eric Partridge (1966) , así como el francés Albert Dauzat, desarrollan una larga historia de esta antigua palabra cuyos antepasados recorren Europa desde hace más de mil años, desde el alto alemán medio (1050-1350) hasta nuestra lengua, pasando por el inglés y el francés, el alemán y el neerlandés.
En inglés cierto vocablo dialectal mencionado por Partridge, raff , se refiere a ‘desorden, revoltijo, especialmente de cosas de escaso valor, eventualmente heces o escoria’. De ahí proviene raffle ‘persona con aspecto granuja, bribón’, a partir del cual se forma la reduplicación riffraff, aparentemente del hoy dialectal to raff, ‘rastrillar’, y de ahí, ‘revolver, desordenar’.
En un relato de Felix Konrad sobre rebeliones turcas en el siglo XVIII, se habla de combatir the riff-raff and the mob “el populacho y la mafia”.
Raff probablemente se derive del francés del siglo XIV érafler, vocablo originario del juego de dados, aparentemente del neerlandés medio raffel ―referente a los dados― de origen germánico. Dauzat sugiere cotejar estas palabras con el alto alemán medio raffen y nórdico antiguo hrapa ‘arrebatar algo a alguien’.
|