Este metal fue descubierto por el químico alemán Friedrich Stromeyer en las incrustaciones de los hornos de cinc en 1817. Pero no se trata de que su existencia fuera ignorada: los griegos ya lo conocían como un mineral asociado al cinc y lo extraían de una mina situada cerca de Tebas. Por esa razón, los antiguos ya le habían dado el nombre de kadmeia, en homenaje a Cadmo, el mítico fundador de Tebas, a quien también se atribuye la introducción del alfabeto en Grecia.
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