Tal como ocurre hoy, las jóvenes romanas iban a sus bodas con la cabeza cubierta por un velo blanco y semitransparente, que simbolizaba su candor o inocencia.
El velo, que metafóricamente puede equipararse a una nube (en latín, nubis), dio lugar en Roma a nubilis, que llegó a nuestra lengua bajo la forma núbil, para designar a las jóvenes casaderas.
Veamos un ejemplo del uso de este vocablo en unos versos del poeta chileno Fernando González Urízar:
Núbil aún, relámpago de un día,
oro tibio y secreto de mis ojos,
no por tener tu cuerpo me acostumbro
ni por dejarlo a solas se me olvida.
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