El bello Apolo tuvo muchos epítetos y apodos; fue llamado Cintio, Cirreo, Delfinio, Loxías. Tenía una estrecha relación con los pastores y los rebaños, tal vez por su destreza en el arte de disparar con el arco, que le permitía defenderlos de los lobos, los grandes predadores de los rebaños.
Por esta razón fue llamado también Kekebolos, ‘el que flecha desde lejos’, y Nomio, ‘el de los pastos’, pero el epíteto apolíneo que perduró hasta nuestros días fue el que se derivó de Lykoktónos, que significaba ‘matador de lobos’. Este apodo evolucionaría luego hacia Λύκειον (Lýkeion) o, en latín, lyceum. Aristóteles enseñaba a sus discípulos en un lugar que llevaba ese nombre, por lo que lýkeion y luego lyceum pasó a significar ‘establecimiento de enseñanza para jóvenes’, antes de llegar a nosotros como liceo.
De la palabra griega lýkeion proceden otras en español, tales como licantropía (creencia popular sobre la transformación de un hombre en lobo) y licántropo ‘hombre-lobo’, según esa creencia.
Liceo aparece en el Diccionario de la Academia en 1780, con el sentido de ‘la universidad o escuela pública donde se enseñan las ciencias’, aunque hoy se da ese nombre a los establecimientos de enseñanza secundaria.
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