Se trata de un vocablo extremadamente importante en nuestra cultura, puesto que los antiguos creían que este órgano era la sede de los afectos y de los sentimientos, y que de él partían los nervios hacia el resto del organismo.
Como ya relatamos en la entrada anatomía, se cuenta que el anatomista belga Andreas Vesalio, que vivió en el siglo XVI y fue uno de los primeros empiristas en su área, declaraba que había disecado varios cadáveres y que en todos había verificado que las venas y arterias salían del corazón, y los nervios, del cerebro.
Vesalio, que criticaba acerbamente el saber medieval, basado en las afirmaciones de los clásicos, dijo con ironía: "Si Aristótoles no hubiera dicho que los nervios partían del corazón, yo diría que salen del cerebro, porque es lo que he visto".
La palabra corazón proviene del latín cor, cordis, que se formó a su vez a partir del griego kardia, que tanto aludía al corazón como al estómago. El vocablo griego provenía de la raíz prehistórica indoeuropea kerd-, que también dio lugar al inglés heart 'corazón'.
Corazón, descendiente directo del vocablo indoeuropeo arriba mencionado, ha dado lugar en nuestra lengua a una numerosa familia de palabras. Si alguien nos resulta simpático, somos cordiales con él; si estamos de acuerdo, concordamos; si no lo estamos, discordamos; si hurgamos en nuestra memoria, recordamos; si experimentamos un impulso, tenemos una corazonada; si confiamos en alguien, somos capaces de abrir el corazón; si nos ponemos tristes, se nos parte el corazón, y si alguien nos conmueve, nos toca el corazón.
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