El celebrado cuentista rioplatense Horacio Quiroga definía el cuento como “una novela despojada de ripios”, entendiendo como tales el conjunto de lo sobrante, del exceso, de lo que está de más en la narración.
Esté uno de acuerdo o no con esa definición, el cuento es una narración breve, sin las complejidades de la trama de una novela. Entre los cuentistas más destacados en español cabe mencionar a Pedro de Alarcón, Gustavo Adolfo Bécquer, Gabriel García Márquez, Elena Garro, Felisberto Hernández, Juan Bosch, Silvina Ocampo por recordar solo algunos nombres de una larga lista.
Pero ¿qué es un cuento? ¿por qué se llama así? La palabra se formó a partir del latín clásico computāre ‘calcular’, ‘contar’; la acepción derivada ‘narrar’ no estaba presente en los clásicos latinos, pero ya aparece en algunos romances peninsulares como las Glosas de San Millán cuémpetet ‘cuente’.
Sin embargo, el fonema /p/ de computāre se mantuvo en algunas variedades hasta el siglo XIV, bajo la forma comptos, con la acepción de ‘cuentas’, ‘cálculo’, y así permaneció en el diccionario académico, con la marca de anticuado, hasta 1992.
La palabra cuento con la acepción de ‘narración’ la encontramos en El cavallero Zifar (c 1300).
Este cuento deste cavallero atrevido vos conté porque ninguno no deva creer ni se poner en poder de aquel que no conosce ni se mueva por lisonjas [...].
En el Poema de Mio Cid, contado significa ‘famoso’, ‘aquel de quien se cuentan hazañas’:
Mager de todo esto, el Campeador contado,
de los buenos y otorgados, cayeron le mill e .d. cavallos
(A pesar de todo esto, al Campeador famoso,
de los buenos y elegidos tocáronle mil quinientos caballos).
Pero en el propio Cid se encuentra también contado con la acepción de ‘hacer cuentas’ , ‘calcular’. En contadero, por su parte, en el siglo XVI significaba ‘al contado, en dinero en efectivo’, como vemos en este fragmento de una farsa anónima del siglo XVI (Corde):
Dádmela para muger
que yo mucho la querré;
y si lo queréys hazer,
pardiez, yo's la pagaré
en contadero.
Juan Ruiz en el Libro del buen amor (1330-1343) usa la palabra cuenta para designar las bolitas del rosario que se emplean para contar las oraciones que se rezan: [...] la palma fina, esportilla e cuentas para rezar aína.
No nos hemos referido aquí a un homónimo que significa ‘bastón’ o ‘vara de la lanza’ por tratarse de una palabra diferente, que procede de un étimo griego.
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