La palabra latina lens, lentis significaba en esa lengua lenteja, pero entró al español a comienzos del siglo XVIII como lente, para designar los cristales curvos de aquel adminículo que por entonces se empezaba a conocer: los anteojos o gafas*. Sin embargo, la palabra latina original había sentado raíces en nuestra lengua mucho antes: lens, lentis tenía un diminutivo, lenticula, que aparecía en castellano ya en el siglo XIII como nombre de la planta leguminosa Lens esculenta y de su semilla. Su forma castellana era lenteja, que llegó al portugués como lentilha.
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