Palabra proveniente del griego seismós ‘conmoción’, ‘sacudida’ y también ‘temblor de tierra’, usada en español de dos formas: sismo y seísmo, ambas incluidas en el Diccionario de la Academia desde 1947. Hasta la primera mitad del siglo pasado, se utilizaba la palabra terremoto como denominación de los temblores de tierra. Por esa razón, la palabra no nos llegó directamente del griego, sino por intermedio del francés seisme, empleada en esa lengua desde fines del siglo XIX. El vocablo francés fue creado a partir de la invención del sismógrafo hacia 1880 por el geólogo John Milne, el ingeniero Thomas Gray, ambos ingleses, y el físico escocés James Alfred Ewing. El aparato destinado a medir la intensidad de los terremotos se llamó en inglés seismograph, apelando a la palabra griega, luego en francés, sismomètre y llegó a nuestra lengua como sismógrafo, palabra incluida en el Diccionario desde 1899, medio siglo antes que sismo. En inglés, la palabra griega sólo fue adoptada para denominar el instrumento que mide la intensidad de los terremotos, pero éstos siguieron llamándose earthquake. A diferencia de otros aparatos que toman su nombre de la cosa medida, en español y en francés el sismógrafo dio una nueva denominación a los terremotos.
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