Este gas noble, monoatómico, incoloro e inodoro, que puede ser licuado a muy altas presiones, pero no puede ser congelado, está presente en el Sol, cada uno de cuyos átomos se formó por la fusión de cuatro átomos de hidrógeno. Esta fusión es la fuente de energía del Sol que, como veremos, no es inagotable.
De ahí al nombre de este gas, que fue descubierto en forma independiente en 1868 por dos investigadores: el francés Pierre Janssen y el inglés Norman Lockyer, durante un eclipse de Sol y se pusieron de acuerdo para bautizarlo con el nombre de nuestro astro rey. Para ello, crearon, en el latín científico el nombre helium, a partir del latín clásico Helios, sinónimo en esa lengua de sol. solis, y proveniente de ἥλιος (hḗlios) que designa al Sol en griego.
El helio es escaso sobre la corteza terrestre, pero abunda en ese astro y en el espacio cósmico. Los científicos calculan que cuando el helio haya llegado al ocho por ciento del volumen total del sol, las reacciones de fusión cesarán, y el astro se dilatará primero hasta alcanzar un volumen que envolverá la órbita de Mercurio y, finalmente, se apagará, determinando así el fin de la vida en todo el sistema solar. La buena noticia es que esto ocurrirá dentro de 8.000 millones de años.
Por su condición de gas inerte o noble se utiliza para llenar el bulbo de las lamparillas incandescentes y los globos aerostáticos.
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