Cuentan que el químico y empresario sueco Alfred Nobel se arrepintió de haber dedicado su vida a los explosivos, así como de haber inventado la dinamita, una variante menos inestable que la nitroglicerina. Según esta versión, habría sido esa la razón por la cual Nobel legó íntegramente su cuantiosa fortuna a una fundación que premia cada año a las personas más destacadas en los campos de la física, la química, la medicina y fisiología, la literatura y la lucha por la paz. En 1968, el Banco de Suecia creó también el Premio Nobel de Economía.
La dinamita es un explosivo elaborado con nitroglicerina y materiales absorbentes como kieselgur (una tierra de diatomeas, con elevado contenido de dióxido de silicio), que resulta de manejo más seguro que la nitroglicerina.
Es probable que haya sido el propio Nobel quien la nombrara así, dinamita, procedente del vocablo griego δύναμις (dynamis) ‘fuerza’, ‘potencia’, del verbo δυναστεύω (dynasteyo) ‘ejercer el poder’, del cual también se deriva dinastía.
Vale la pena recordar que la palabra sueca Nobel es aguda; es inadecuado, por lo tanto, escribir en castellano Premio Nóbel.
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