El casino Gran Kursaal se inauguró en San Sebastián el 15 de agosto de 1921 y era una de las grandes obras arquitectónicas que enorgullecían a ese balneario de la costa norte de España, cerca de la frontera con Francia. Pero duró poco: el dictador Primo de Rivera decretó la prohibición del juego el 31 de octubre de 1924, y el Gran Kursaal tuvo que cerrar sus puertas. El edificio, con su estilo cosmopolita y arrogante, fue destinado a diversas actividades hasta que, en 1935, hubo una infeliz tentativa de devolver al antiguo casino su brillo de la belle époque. Dos aventureros, David Strauss y su socio, apellidado Perlowitz, propusieron al gobernador donostiarra Alejandro Lerroux instalar allí una ruleta y reabrir la casa con el nombre de Estraperlo, una combinación de los apellidos de sus dueños, forjada sin gran esfuerzo de imaginación. En pocas horas se descubrió que el Estraperlo era una burda estafa, pues las ruletas estaban amañadas para que la banca ganara siempre, con lo que el Gran Kursaal fue clausurado en medio de un gran escándalo. Y como Strauss y Perlowitz habían recibido el apoyo de Aurelio Lerroux, el influyente sobrino del gobernador, el episodio fue hábilmente manejado por la oposición contra el gobierno de la Segunda República Española (1931-1936). En 1972, los propietarios del Gran Kursaal decidieron derribar el edificio, del que hoy se guarda escasa memoria, pero el escándalo de San Sebastián será siempre recordado por las nuevas palabras que a raíz de él se incorporaron a nuestra lengua: estraperlo, que significa ‘práctica ilegal’ o ‘comercio ilegal’; estraperlista, ‘el que practica el comercio ilegal’ o ‘estafador’, y hasta el verbo estraperlear, ‘practicar estraperlo’.
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