El demonio es una criatura multiforme, según la creencia cristiana. Y las palabras con que es designado así lo confirman, como mostró Daniel Defoe en su Historia del diablo, obra en la que enumera los siguientes nombres del demonio, extraídos de la Biblia: «Serpiente, Serpiente Antigua, Gran Dragón Rojo, Acusador, Satán, Enemigo, Belial, Belcebú, Mammon, ángel de Luz, ángel del Abismo, ángel de las Tinieblas, Príncipe de la Potencia del Aire, Lucifer, Abaddhon, Legión, Dios de este siglo, Espíritu Impuro, Espíritu Inmundo, Espíritu Embustero, Tentador, Hijo del Amanecer».
Demonio proviene del griego daimon 'dios', 'divinidad', cuyo diminutivo daimonion significaba 'genio', 'divinidad inferior', denotación con la cual pasó al latín daemonium.
De esos apelativos, cabe señalar que Belcebú proviene del hebreo ba’alcebub, nombre de la divinidad de los filisteos, pueblo indoeuropeo enemigo de los judíos, que ocupó la región hoy llamada Palestina. A su vez, diablo, usado como sinónimo de demonio, proviene del latín tardío diábolos, que significa 'el que divide, calumnia y desune'.
Pandemónium, la capital del reino de los demonios, es una palabra creada en el siglo XVIII por el escritor épico inglés John Milton en El paraíso perdido, como antónimo de panteón, para denominar el palacio de Satanás, habitado por todos los demonios.
A su vez panteón nos llegó del latín panthĕon, templo dedicado en Roma antigua a todos los dioses, nombre procedente del griego πανθειον.
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