Con este nombre se designa el ‘conjunto de usos habituales en determinados actos o ceremonias, y también los efectos que se emplean en ellos’. Su sentido es hoy, generalmente, irónico. En derecho se llaman bienes parafernales aquellos que la mujer aporta al matrimonio, además de los que constituyen la dote.
Antiguamente, los bienes que una joven llevaba a su nuevo hogar cuando se casaba quedaban divididos en dos partes: la dote, que se convertía en propiedad de su marido, y sus bienes personales. Esta última parte se llamó parafernalia, palabra proveniente del latín parapherna. Hacia fines del siglo XVIII, parafernalia se usaba para designar no ya los bienes propios de la mujer casada, sino la “impedimenta”, un nombre despectivo del bagaje que portan los soldados y que les dificulta la movilización. Con esa connotación peyorativa, parafernalia llegó hasta hoy para denotar la aparatosidad que algunos atribuyen a ciertas ceremonias.
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