Los pueblos germánicos desarrollaron la hilandería desde muy antiguo, y fueron ellos quienes llevaron los secretos de este arte a Roma.
La rueca, usada para hilar antes de la Revolución Industrial, era un instrumento movido manualmente por una rueda, que contaba con una varilla en cuyo extremo se colocaba la lana, el cáñamo o el algodón para hilar.
Nada más natural, pues, que la palabra germánica rukko, usada para designar la rueca, llegara al latín vulgar con las invasiones bárbaras o, tal vez, un poco antes. Los romanos adoptaron así el nombre rucca, que aparece registrado en español hacia 1400 como rueca.
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