Filamento o hebra fina, principalmente de plantas o frutas, también cosa muy pequeña, tanto como una mota de polvo, una cosa casi imperceptible, como en este fragmento de Rosa Montero, en su novela Amado amo (Madrid, 1988):
[...] escupiendo de cuando en cuando alguna brizna invisible de materia, como si tuviera en la lengua una hebra de tabaco que no acabara de expulsar.
También se emplea metafóricamente, para referirse a cosas inmateriales de muy poca importancia, como hace el autor colombiano Carlos J. Reyes en la pieza teatral El carnaval de la muerte alegre (1992, CREA): sólo la lucha contra el olvido podrá conservar una brizna de esas imágenes. Otros autores hablan de brizna de silencio y brizna de tiempo (J.A. Gabriel y Galán, en El bobo ilustrado, Tusquets, 1986).
La palabra es de origen incierto. Antiguamente se decía brinza, el vocablo que menciona el Diccionario de la lengua española como étimo de brizna, pero ya en 1440 J. de Mena la escribía con su grafía actual, en sentido figurado, en sus Coplas de los pecados mortales:
[...] pues si del bien verdadero
tenemos alguna brizna,
fuigamos lo que nos tizna
como la fragua al ferrero.
Corominas (1980) encuentra brezna en asturiano, con el significado de ‘astilla menuda’, y Cejador (1929) menciona una brizna del amor verdadero en un cancionero del siglo XV y asimismo ni una brezna, ni un átomo, ni un punto entró de pecado.
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