Esta palabra debe su origen a una costumbre medieval árabe: cuando un señor quería conquistar a una mujer casada, le enviaba al marido un caballo de regalo con el fin de ganar su simpatía y poder aproximarse así a la esposa deseada. Lo hacía mediante un mensajero al que llamaban al-qawwad, que cabalgaba con la misión de entregar el animal. No ha llegado hasta nosotros ninguna información que permita saber si tan insólita estrategia galante fue algún día adoptada por los españoles; nos consta apenas que el vocablo árabe llegó a nuestra lengua como alcahuete para designar a la persona que concierta, encubre o facilita encuentros amorosos, generalmente ilícitos. Por extensión, la palabra se usa también para nombrar a aquellos que sirven, voluntariamente o no, para encubrir algo que se desea ocultar. En el Río de la Plata, se llama alcahuete al que delata a sus compañeros para congraciarse con sus superiores o con las autoridades. Es palabra antigua, registrada en nuestra lengua desde 1251, que ya aparece, por cierto, en el Quijote en este diálogo del capítulo XXII:
--Así es --replicó el galeote--; y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero.
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