Champú es la españolización de la voz inglesa shampoo ‘loción para lavar el cabello’, derivada del verbo to shampoo ‘someter a masaje’, ‘lavar la cabeza’, que procede, a su vez, del hindi champo, imperativo del verbo champna ‘tocar’, ‘apretar’, ‘sobar una cosa para que se ablande’. Este vocablo apareció por primera vez en español en 1908 y fue incluido en el Diccionario de la Real Academia en 1927, tomado de un diccionario de chilenismos. Hasta la edición de 1983, el DRAE afirmaba que el champú se fabricaba con la corteza de un árbol de Chile, el quillay o ‘palo de jabón’, con el que los mapuches hacían en efecto un champú. Sin embargo, el producto no es originario del país andino y se puede fabricar a partir de numerosas especies vegetales. Actualmente, la manufactura de la mayor parte de los champús industriales ya no se basa en sustancias naturales, sino en detergentes solubles de alto poder desengrasante que soportan bien el agua caliente, tales como el lauril-sulfato de trienolamina. Champú pertenece a un grupo de palabras, generalmente procedentes de otras lenguas o que corresponden a registros coloquiales o populares, que, a pesar de ser agudas y terminar en vocal, forman su plural en -s y no en -es: ‘gachís’, ‘pirulís’, ‘buaserís’, ‘popurrís’, ‘champús’, ‘menús’, ‘paspartús’, ‘ragús’, ‘tutús’, ‘vermús’. Entre los autores latinoamericanos, la españolización de palabras inglesas suele demorarse más que en la Península, como vemos en Rayuela, del escritor argentino Julio Cortázar: [...] se había apersonado a comprar unos supositorios contra la bronquitis, y de la explicación que había solicitado a Talita el amor había soltado sus espumas como el shampoo bajo la ducha.
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