Proviene del latín humilis, que denotaba conceptos como 'bajo, de corta estatura, rastrero, que tiene sentimientos bajos, descorazonado, mezquino'.
Con el advenimiento del cristianismo, la humildad empezó a ser apreciada como virtud moral —una categoría ligeramente inferior a las virtudes teologales y cardinales del cristianismo— y adquirió una connotación más positiva de la que había tenido para los romanos.
La voz humilis se formó a partir de humus 'tierra, suelo', palabra que subsiste en geología en nuestra lengua para denominar la capa superficial del suelo, en la que abundan los productos de la descomposición de animales y de vegetales. En castellano, humilde aparece atestiguada desde comienzos del siglo XIV, como vemos en este fragmento del Libro del cauallero Cifar:
el noble, quanto más alto es, tanto deve ser más humilde & honesto &, quanto es más noble & más poderoso, tanto deve ser más humilde & muchos trabajos ha de sofrir.
|