En la mitología griega, las arpías eran monstruos alados con cabeza y pecho de mujer, y cuerpo y garras de aves de presa. Hijas de Taumas y Electra, se llamaban Aelo ‘borrasca’, Ocípete ‘la que vuela de prisa’ y Celeno ‘oscura como un cielo tormentoso’.
Eran las arpías de la leyenda homérica, con hermosos rostros femeninos. Más adelante, en el mito de Jasón y los Argonautas, se convertirían en pájaros con rostros de mujer horrorosos y temibles. Se las consideraba vengadoras de los dioses, y secuestraban niños y almas.
Además de las arpías mitológicas, el Diccionario incluye también el sentido de ‘persona codiciosa que con arte o maña saca cuanto puede’, ‘mujer aviesa’ y ‘mujer muy fea y flaca’.
En español, la palabra se escribió durante mucho tiempo con h inicial, puesto que en griego se pronunciaba como una h aspirada, heredada del latín harpyia, derivada del griego ῞αρπυια pero la fue perdiendo hacia el siglo XVIII, y hay registros de la forma arpía aun antes de la fundación de la Academia (1713). Sin embargo, el diccionario académico mantuvo, junto a arpía, la forma con h hasta su vigésima primera edición (1992).
Todavía aparecía con h inicial en este trecho de Los cabellos de Absalón, de Calderón de la Barca, publicado en 1640:
Vete de aquí, salte fuera, veneno en taza dorada, sepulcro hermoso de fuera, harpía que en rostro agrada, siendo una asquerosa fiera.
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