En latín, oblatus, -a, -um era el participio pasivo del verbo offero ‘ofrecer’, o sea que significaba ‘ofrecido’, ‘aquello que se ofrece’, tal como aparece en Cicerón, Salustio y Tito Livio. En francés se formó el verbo obler, que también significaba ‘ofrecer’, pero para referirse a las personas que tomaban los hábitos y donaban todos sus bienes al convento adonde iban a vivir. Y como la hostia es una ofrenda a Dios, el participio pasado de este verbo, oblée en su forma femenina, se aplicó a la delgada hoja de pan sin levadura que se usa para la confección de hostias. El diccionario de la Academia recuerda que el escaso espesor del pan ácimo para hostias dio lugar a que se llamara oblea a una “hoja muy delgada hecha de harina y agua o de goma arábiga, cuyos trozos servían para pegar sobres, cubiertas de oficios, cartas o para poner el sello en seco”. Y esa hoja se usó también para sellar medicamentos en un formato que en muchos países se llama oblea.
|