En algunos lugares de España, antiparras se usa como sinónimo de gafas o anteojos comunes, pero en el Río de la Plata tiene el sentido más específico de ‘gafas destinadas a proteger los ojos’. Así, en esta región hay ‘antiparras para soldador, para minero, para buceo’. Se trata de una palabra bastante antigua en nuestra lengua, registrada desde 1535 en textos de Fernández de Oviedo. Por la misma época, en las regiones de Guipúzcoa y de Navarra, aparecen variantes como antepara y andapara. A comienzos del siglo XVII, la encontramos en El amor médico, de Tirso de Molina, sin la s final y con el significado de ‘antifaz’:
¿Queréis autorizar con la cara tan sazonado consejo? JERÓN. ¡Oh! ¡que enfadonho e sobejo! TELLO. (A Quiteria.) Quítenos esa antiparra también acá, y muestre a ratos ríbetes vuestra hermosura. Destápate, ninfa escura. QUITE. Tirai-vos là, esfola-gatos.
Inicialmente, parece haber tenido el sentido que el Diccionario de la Academia atribuye hoy a antipara, formada por ‘ante’ y ‘parar’, y que corresponde al vocablo portugués anteparo ‘biombo’, ‘muro’ o ‘reja de protección’. En Lope de Vega, antiparras es el nombre de una polaina o prenda que cubre la pierna sólo por delante, como la que usan hoy en día algunos motociclistas para protegerse del frío:
Señor, aquí está un salvaje de traje y de aspecto tosco, cuya espalda y pecho cubre con antiparras de lobo, y este nos dará pasaje por entre enebros y chopos.
Todas estas palabras provienen de un verbo del bajo latín, anteparare, ‘prevenir de antemano’, lo que significa que, al menos desde el punto de vista etimológico, tiene sentido la denotación específica de antiparras en la región del Río de Plata.
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