Sufragio y sufragar son sinónimos de ‘voto’ y ‘votar’, y llegaron al castellano procedentes del verbo latino suffragare. En las ciudades griegas organizadas de acuerdo con el sistema democrático de Atenas, los ciudadanos tenían derecho al sufragio, pero es preciso tener en cuenta que en esa democracia* sólo el diez por ciento de la población eran ciudadanos, y el resto estaba formado por esclavos o extranjeros sin derechos cívicos (metecos). En Roma los plebeyos tenían el derecho de votar para elegir tribunos que los defendieran de los abusos. A pesar de contar con una historia tan antigua, el sufragio no se impuso hasta el siglo XVIII, cuando prevalecieron las ideas de la Revolución francesa, en las sociedades que sucedieron a Grecia y a Roma. En algunas sociedades de la Antigüedad, el voto era emitido con pedazos de vasijas rotas, aunque esto supusiera el riesgo de que alguno de esos pedazos se quebrara, duplicando el sufragio. Eso explica que suffragare se formara mediante el prefijo sub- (que antepuesto a una f se convierte en suf-) y la raíz prehistórica bhreg-, que también llegó a nosotros en palabras como fragmento, frágil o brecha*. No obstante, algunos etimólogos creen que la participación de la raíz bhreg- ‘romper’, ‘quebrar’ en la formación de suffragare se debe a una antigua costumbre de los guerreros de expresar su voluntad, su sufragio, golpeando las lanzas unas con otras como si fueran a romperlas.
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