Muchos creen que es una palabra compuesta por ‘testa’ y ‘rudo’ o por ‘testa’ y ‘duro’, y de hecho, en el habla popular cubana no es raro oír ‘testaduro’. El vocablo proviene del antiguo tiesta ‘cabeza’ más un sufijo que está presente en numerosas palabras catalanas y que parece haber sido tomado de ese idioma. Sin embargo, la historia de las palabras no siempre es simple y lineal; en realidad, raramente lo es. En la formación de testarudo cuenta también la influencia de una de las acepciones de atestar: ‘llenar una cosa hueca apretando lo que se mete en ella’, que deriva, a su vez, de uno de los antiguos significados de tiesto: ‘tieso, duro, inflexible’. Tiesto, que nos llegó del latín testum, también tenía por entonces su significado actual de ‘vasija de barro’. Y con el tiempo, tal vez por la obstinación que se puede asociar al hecho de tener que apretar lo que se mete para lograr que entre en el recipiente, atestar pasó a significar también ‘obstinarse’, como nos indica el Diccionario Histórico, de J. de Pineda (1589). En el mismo diccionario, ‘atestado’ figura como sinónimo de ‘testarudo’. Sancho Panza emplea testarudo, en la segunda parte del Quijote, cuando dice: Yo soy del linage de los Panças, que todos son testarudos, y si vna vez dizen nones, nones han de ser, aunque sean pares, a pesar de todo el mundo. En cuanto a la palabra del bajo latín testa, fue usada en el siglo XIII por Berceo como tiesta, pero retornó a su forma original con Garcilaso (1535), y está en el origen de las palabras tête, en francés y testa en italiano y en portugués.
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