El roble, por la fortaleza y robustez de su tronco, ha sido desde tiempos inmemoriales un símbolo de fuerza y resistencia. Los latinos lo llamaban rōbur, rōbŭris y empleaban esta palabra, en sentido figurado, también para expresar 'robustez' o 'fuerza física', una denotación que se mantiene indirectamente en español en expresiones como fuerte como un roble.
Al castellano llegó primero como robre, hasta que la forma actual se impuso hacia la primera mitad del siglo XIV y dio lugar a una familia de palabras tales como robledal 'bosque de robles', roblizo 'duro, recio' o robusto, pero también otras que poco se vinculan con el nombre del árbol, tales como corroborar 'fortalecer con un testimonio la veracidad de una afirmación'.
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