La masturbación se llama también onanismo debido a un malentendido ocurrido en el siglo XVIII con el llamado "pecado de Onán, descrito en la Biblia". Onán fue un personaje bíblico cuyo hermano Er murió sin dejar descendencia. En esa época, la ley mosaica establecía que el hermano sobreviviente debía casarse con la viuda para darle hijos. Onán cumplió con la ley solo formalmente: se casó con la viuda, pero como no quería tener hijos, practicaba el coitus interruptus, esto es, eyaculaba fuera de la vagina de su mujer, por lo que Dios lo castigó con la muerte:
[...] si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. Pareció mal a Yahvé lo que hacía y le hizo morir también a él (Gén. 38, 9-10).
En 1710, un médico inglés de apellido Becker decidió apoyar la prédica eclesiástica contra las actividades sexuales no dirigidas a la reproducción, como la masturbación, y publicó un libro titulado Onania y el pecado atroz de la autocomplacencia. Medio siglo más tarde, el médico suizo Tissot publicó un tratado sobre los supuestos trastornos causados por la masturbación, bajo el nombre de El onanismo, en el que afirmaba que este hábito era »la más mortífera y siniestra de las prácticas sexuales».
Con estos dos libros, quedó consagrado el malentendido; a partir de entonces, la masturbación lleva, injustificadamente, el nombre de Onán, cuyo pecado había sido otro
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