Es el nombre que los conquistadores españoles dieron a los indios que habitaban regiones de Venezuela y de Colombia, aludiendo al hábito de estos pueblos de usar el cabello extremadamente corto. En varios dialectos de la Península Ibérica, incluso en el castellano, se usa el verbo motilar con el significado de cortar el pelo muy corto o, incluso, raparlo. A partir de motilar, hacia el siglo XVI se llamó motilón a los laicos que son tonsurados como sacerdotes. Así lo usó Cervantes en el Quijote, como en esta historia que el hidalgo cuenta a Sancho para explicar su amor por Dulcinea del Toboso: Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, rollizo y de buen tomo; alcanzólo a saber un su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por fía de fraternal represión: “Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como Fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir: “Este quiero, aquéste no quiero”. Motilar tiene el mismo origen que mutilar: ambos proceden del latín mutilare, de mutilus ‘mutilado o descornado’.
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