Aunque esta palabra suele ser confundida con orina, y por más que el Diccionario de la Academia incluya una acepción con ese sentido, lo cierto es que orín es una palabra diferente, con una etimología totalmente distinta de la de orina. Significa herrumbre, el óxido de color castaño rojizo que se suele formar en la superficie del hierro. Proviene del latín ærugo, æruginis, que en latín vulgar se convirtió en aurigo, aurigines, vocablo usado como denominación del hongo de los cereales, que cubre los vegetales de un color castaño amarillento. Se cree que la transición de la forma clásica a la vulgar ocurrió debido a la influencia de aurum ‘oro’. Existen registros en español de esta palabra desde el siglo XV y aparece ya en el primer capítulo del Quijote, cuando Cervantes describe las armas del hidalgo: Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
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