Los antiguos utilizaban el fruto de algunas variedades asiáticas de un arbusto llamado añil, que contiene el glucósido indacán, del cual se extrae el colorante llamado índigo, que se caracteriza por su tonalidad fuerte y por su permanencia.
Este colorante fue muy importante en varias civilizaciones de la Antigüedad, en particular en la india, en la egipcia y en la romana, pero tomó su nombre de la India.
El nombre del índigo --inicialmente, indicus, que fue introducido en Europa por mercaderes venecianos--, se adoptó para designar asimismo el color, que llamamos también añil.
El primer diccionario castellano que registra la palabra es el de Terreros (1765-1783), y la Academia sólo la incluye en su edición de 1837. Veamos qué dice Terreros:
[...] esta planta, que no conocieron los antiguos. Es parecida al cañamo en su pie, ó caña, la flor, á la del cardo [...] crece como la retama y tiene raíces largas y angostas como ella. Siembrase todos los años y se corta tres veces en cada uno. El color que se saca de la primera hierba [...] es violado, que tira á azul, y más vivo y brillante que los otros dos, que salen de la segunda y tercera cosecha. Los Portugueses le han dado el nombre de Añil y otros le llaman Pastel.
El añil, en cambio tomó su nombre del árabe nil, de origen persa o sánscrito, que con artículo adquiere la forma an-nil. El vocablo español adoptó en portugués la grafía anil, que pasó al francés y dio lugar en esa lengua a aniline, como denominación de una tinta para tejidos que en un principio tuvo sólo ese color y que llegó al castellano como anilina.
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