Vivimos en una civilización que, en muchos aspectos, es de abundancia, de tal forma que una hoja de papel no vale prácticamente nada. Pero los antiguos, que escribían sobre pergaminos y papiros, de costo mucho mayor que el papel, debían aprovechar al máximo el material que utilizaban como soporte de la escritura. Por esa razón, los copistas medievales solían escribir sus textos sobre pergaminos antiguos, cuyo contenido, a veces de enorme valor histórico, había sido borrado para reaprovechar el material. Muchos de estos escritos perdidos, de los que con frecuencia no había otras copias, fueron recuperados en el siglo XX mediante el uso de rayos ultravioleta, que permiten leer el texto borrado. Entre los palimpsestos griegos más destacados, cabe mencionar el Codex nitriensis, que había quedado oculto bajo un texto sirio, y parte de la Ilíada y de los Elementos de geometría, de Euclides. La palabra llegó a nosotros del latín palimpsestus y ésta, del griego palimpsestos, ambas con el mismo significado, formadas a partir del griego palin ‘nuevamente’ y psaoo ‘borrar’. De estas dos voces griegas, la primera proviene del indoeuropeo kwel- ‘doblar’, ‘girar’, ‘dar vueltas’, y la segunda, del indoeuropeo bhes ‘frotar’, ‘raspar’. Incorporado al castellano por vía culta, este vocablo sólo apareció en nuestra lengua a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
|