La siempre sorprendente historia de las palabras parece decirnos que la vergüenza la llevamos en la cara –del griego karós 'cabeza'– como parte del equipaje con que venimos al mundo, y que el sujeto desvergonzado, en consecuencia, no tiene cara; es descarado. En italiano, la palabra faccia 'cara' sufrió una evolución semejante, que luego repercutió en el castellano. En efecto, a partir de faccia, surgió sfacciato 'desfachatado, descarado' y sfacciatezza 'desfachatez', 'descaro'.
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