Designa todo aquello que permanece en el tiempo, en un continuum de duración indefinida, aunque no tan radical como el adjetivo eterno ‘que no tuvo principio ni tendrá fin'. En nuestra lengua, dio lugar a la formación de una familia de palabras unidas por su morfología y su etimología, tales como perennemente (de manera perenne), perennizar (tornar perenne alo que no lo es), perennidad (cualidad de perenne).
Este adjetivo ha sido adoptado por la botánica para calificar aquellas plantas que viven durante más de dos años, puesto que no mueren con la llegada de los fríos invernales. También se aplica a las hojas que no se renuevan anualmente, sino que conservan su verdor durante todas las estaciones.
La filosofía perenne, por su parte, alude a un conjunto de valores que los seguidores de esta corriente consideran universales, es decir, que valen para todas las épocas y culturas humanas.
La palabra proviene del latín perēnnĭs ‘duradero’, ‘sólido’, ‘seguro’, ‘que permanece’, formada a partir del prefijo per- y annus ‘año’.
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