Los alquimistas fracasaron en la investigación en pos de una fórmula que les permitiera trasmutar en oro todos los metales. Sin embargo, su trabajo permitió que el hombre avanzara en el conocimiento de las sustancias, preparando el terreno para el advenimiento de la química, que llegaría en el Renacimiento. Descubrieron, por ejemplo, el secreto de la piedra de toque, utilizada hasta hoy por los joyeros. Se trata de cierta variedad de cuarzo, la idita, que al ser frotada contra un objeto de oro queda con una ligera marca sobre la cual se aplican reactivos. De esta manera, el profesional logra saber si el objeto es realmente de oro y cuál es su grado de pureza. La lidita o jaspe de Egipto se usa desde muy antiguo, pero los alquimistas preferían llamarla piedra de toque o paragón, palabra tomada del italiano paragonare ‘someter el oro a la prueba de la piedra de toque’. La voz italiana provenía del griego parakonein ‘aguzar’, ‘afilar’, ‘sacar punta’, derivado de akoné ‘piedra de afilar’, ‘piedra pómez’. La voz paragón se halla registrada en nuestra lengua desde el siglo XVI, con el sentido de ‘comparación’, pero muy pronto el uso la fue convirtiendo en parangón, aunque el Diccionario de la Real Academia reconoce aún hoy ambas formas.
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