Se trata de una piedra blanca, no muy dura, de sulfato de calcio, con apariencia de mármol traslúcido, tallable, que se emplea para hacer esculturas, ánforas u otros elementos de decoración. Se encontraron ánforas de alabastro del siglo XI a. de C. en Egipto; del siglo VII a. de C. en Asiria, y del siglo II a. de C. en Siria y Palestina.
Las palabra nos viene del latín alabāstrum y este del griego ἀλάβαστρος (alábastros) ‘vasija sin asas’. Según el Chambers Dictionary of Etymology, el nombre griego puede provenir del nombre de la diosa Bast, venerada en el norte de Egipto, en la ciudad de Bubastis.
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