Pequeños pedazos en que se divide algo al romperse. La palabra, que actualmente se emplea casi exclusivamente en la locución hacerse añicos, aparece en nuestra lengua con su grafía actual hacia fines del siglo XVI. Uno de los primeros autores que la usó fue Francisco de Quevedo, como vemos en este fragmento:
En verano es un guiñapo,
hecho pedazos y añicos,
y con remiendos de arena,
arroyuelo capuchino.
En cierta época desde el siglo XIX hasta 1970, la Academia española le atribuyó una etimología árabe annicd ‘lo deshecho’. Ya Corominas (1980) la rechaza como ‘imposible’, puesto que en árabe hispánico ―explica― se hubiera pronunciado néqad.
El etimólogo catalán admite que añicos es un vocablo de origen “oscuro”, y le atribuye un probable origen en el radical hispanocéltico ann- ‘paño’, a partir del cual se formaron el gallegoportugués anaco o naco ‘pedazo’ y tal vez el catalán anyoc ‘racimo’, ‘mazo de otras cosas’, prosigue.
La palabra portuguesa naco pasó al Río de la Plata con el significado de ‘pedazo de tabaco recubierto con melaza’.
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